Se considera que el primer artículo científico sobre inteligencia
emocional es el de Salovey y Mayer (1990) con el título Emotional
Intelligence. Este artículo pasó prácticamente desapercibido en el momento de
su publicación. Hubo que esperar cinco años hasta que lo divulgó Daniel
Goleman (1995). Otro artículo de Mayer,
DiPaolo y Salovey (1990) ha tenido menos trascendencia.
A menudo pasa desapercibido que en 1994 se fundó el CASEL (Consortium for the Advancement of Social
and Emotional Learning) con objeto de potenciar la educación emocional y
social en todo el mundo. Es una institución que se propone la difusión de SEL
(Social and Emotional Learning). Dicho en otras palabras, antes de la
publicación del libro de Goleman (1995) ya había una institución dedicada a su
difusión en la educación.
No fue hasta la publicación de Emotional Intelligence de Daniel Goleman
(1995) cuando este concepto tuvo una difusión espectacular. Goleman reconoce
que se basa en el trabajo de (Salovey y Mayer, 1990). Este libro fue un best
seller mundial que hizo famoso a su autor.
En el éxito de la obra de Goleman intervinieron una serie de factores
sociales, culturales y educativos, que es esclarecedor conocer. Algunos de
ellos se comentan a continuación.
Poco antes de la publicación del libro de Goleman, había causado un
impacto social la publicación de la obra The Bell Curve (Herrnstein y Murray,
1994), en la cual se pone el dedo en la llaga de la polémica entre
igualitarismo y elitismo. Se justifica la importancia del CI para comprender
las clases sociales en América y en otras sociedades. Estos autores defendían
la postura elitista. Según ellos, la inteligencia de la gente se distribuye de
acuerdo con la curva normal: pocos son muy inteligentes, muchos están en el
medio, y unos pocos tienen poca inteligencia. Estas diferencias son difíciles
de cambiar.
Más adelante toman en consideración la relación entre la inteligencia y
la economía, señalando una relación entre baja inteligencia y pobreza o
desempleo; mientras que la alta inteligencia se relaciona con empleos bien
pagados y con más salud. De esto se puede inferir que las personas inteligentes
tienden a pertenecer a las clases altas, lograr títulos de prestigio, obtener
empleos bien remunerados, casarse con parejas de su nivel socioeconómico y por
tanto tienen muchas probabilidades de ser felices. Las personas poco
inteligentes tienden a pertenecer a las clases bajas, obtener títulos
profesionales de bajo nivel o abandonar los estudios antes de terminarlos,
tener empleo precario y mal remunerado, pasando periodos en el paro, casarse
con parejas de su misma condición, y por
tanto lo tienen muy difícil para ser felices. Además, esto es prácticamente
inamovible. Poner sobre el papel ideas tan elitistas era provocar la reacción y
la controversia.
La resonancia fue tan grande, tanto en la prensa, en los mass media y en la literatura científica, que se llegó a hablar de The Bell Curve Wars (Fraser, 1995). En este ambiente llegó la obra de Goleman (1995), Emotional Intelligence, adoptando una postura de reacción al elitismo de The Bell Curve. Goleman contrasta la inteligencia emocional con la inteligencia general, llegando a afirmar que la primera puede ser tan poderosa o más que la segunda y que el EQ (emotional quotient) en el futuro substituirá al CI. Pero, lo que es más importante: las competencias emocionales se pueden aprender. Todas las personas pueden aprender inteligencia emocional. Por tanto, todos pueden ser emocionalmente inteligentes. En este sentido, Goleman tomaba la postura igualitaria, frente al elitismo.
El antagonismo entre razón y emoción, en la primera mitad de los años
noventa había producido avances importantes a favor de la emoción en el campo
de la neurociencia, el estudio de la emoción desde enfoques biológicos y cognitivos,
la psiconeuroinmunología, etc., algunas de las cuales son recogidas en la obra de
Goleman (1995) para difundirlas con
un lenguaje periodístico. Esto ayuda a comprender mejor la popularización que a
partir de este momento se produjo de la inteligencia emocional.
Goleman (1995) plantea la
clásica discusión entre cognición y emoción de un modo novedoso.
Tradicionalmente se ha asociado lo cognitivo con la razón y el cerebro, y por
tanto con lo inteligente, positivo, profesional, científico, académico, masculino,
apolíneo, Super-Yo, etc. Mientras que lo emocional se ha asociado con el
corazón, los sentimientos, el Ello, lo femenino, lo familiar, la pasión,
los instintos, lo dionisíaco, etc. Es
decir, tradicionalmente lo racional se ha considerado de un nivel superior a lo
emocional. Goleman plantea el tema dándole la vuelta, en un momento en que la
sociedad está receptiva para aceptar este cambio.
Publicaciones posteriores, por parte de múltiples autores, van desarrollando el concepto de inteligencia emocional. Algunas de las obras de referencia obligada son las siguientes: Salovey y Sluyter (1997) llaman la atención sobre las aplicaciones educativas de la inteligencia emocional; Mayer, Salovey y Caruso (2000) exponen cómo se puede concebir la inteligencia emocional, como mínimo de tres formas: como movimiento cultural, como rasgo de personalidad y como habilidad mental. En la década del dos mil han aparecido algunas obras de conjunto, con la colaboración de autores reconocidos, en las que se va exponiendo el estado de la cuestión con los últimos avances. Dentro de esta categoría es obligado citar las obras editadas por Bar-On y Parker (2000), Schulze y Roberts (2005) y Mestre Navas y Fernandez Berrocal (2007).
No hay comentarios:
Publicar un comentario